Comprar una vivienda representa uno de los mayores proyectos de vida y, con frecuencia, implica desafíos para obtener el financiamiento adecuado. En este contexto, el aval hipotecario surge como una herramienta clave para facilitar el acceso al crédito y ofrecer mayor seguridad a la entidad financiera.
Conocer en profundidad cómo funciona este mecanismo permite a solicitantes y avalistas tomar decisiones informadas y evitar sorpresas en el futuro.
El aval es una garantía personal prestada por un tercero (avalista) que se compromete a asumir la totalidad de la deuda en caso de impago del titular del préstamo. De esta forma, reduce el riesgo para la entidad financiera y contribuye a mejorar las condiciones del crédito.
Este respaldo puede sustentarse en una propiedad concreta, que el banco podrá embargar si el deudor principal no cumple con las cuotas.
Comprender cada función dentro de un crédito con aval es esencial para evaluar los riesgos y beneficios.
Si el deudor principal deja de pagar, la entidad inicia primero un proceso de ejecución hipotecaria contra la vivienda. Por lo general, transcurre un periodo de espera —habitualmente doce meses sin resolver el impago— antes de reclamar al avalista.
Una vez activado el aval, la propiedad aportada como garantía puede ser embargada para saldar la deuda. Además, el compromiso queda registrado en la CIRBE (Central de Información de Riesgos del Banco de España), afectando la capacidad crediticia del avalista.
Para asumir este compromiso, el avalista debe cumplir ciertos criterios indispensables:
La exigencia de un aval suele aparecer en perfiles con ciertas características de riesgo:
Si el solicitante demuestra un perfil sólido y dispone de ahorros, normalmente no será necesaria esta garantía adicional.
El aval conlleva beneficios claros, pero también responsabilidades significativas:
Existen diferentes modalidades según el tipo de garantía ofrecida:
Aval personal: responde con bienes o ingresos sin aportar un inmueble.
Aval hipotecario: se garantiza con una propiedad, susceptible de embargo.
Doble garantía: se aporta una segunda vivienda, reduciendo el riesgo para el banco.
Tomar decisiones acertadas requiere información clara y detallada y un análisis conjunto de la situación financiera de ambas partes. Se recomienda:
El aval hipotecario es una figura poderosa que puede abrir la puerta al hogar soñado, pero implica un compromiso serio para el avalista. Analizar con detalle cada paso, consultar a expertos y mantener una comunicación abierta entre todas las partes garantiza un proceso transparente y evita sorpresas en el futuro.
Así, tanto el titular del crédito como el avalista podrán disfrutar de la tranquilidad de un acuerdo sólido y justo.
Referencias